Cada vez más
se acepta el interés de la enseñanza de las humanidades en las facultades de
Medicina. Desde que se inició el primer curso de literatura y medicina en la
Pennsylvania State University a principio de los años setenta, ha aumentado el
número de facultades de Medicina de
los Estados Unidos que han incluido un curso de tales características en sus
planes de estudio.
No obstante,
muchos profesores aún dudan del interés de tales actividades y algunos no
comprenden su interés para formar estudiantes de medicina. Argumentan que tales
cursos no proporcionan ningún conocimiento relevante que no se haya adquirido
ya por las materias científicas.
Algunas evidencias empíricas, no obstante, desafían tales opiniones.
Los cursos
de literatura pueden proporcionar información adicional a los estudiantes que
puede ser necesaria para comprender mejor algunos aspectos de la práctica
médica. Por ejemplo, los aspectos psicológicos y sociológicos de la enfermedad
y el papel de los médicos en el tratamiento holístico de ésta pude comprenderse
mejor empleando obras literarias que con los libros de texto clásicos de la
medicina. Algunas de aquellas son obras maestras de la descripción de las
conductas humanas y la enfermedad es una parte frecuente de sus argumentos. En
el presente ar tículo, se comenta el interés de la literatura para los
estudiantes de Medicina y se presenta una sugerencia de los contenidos que un
curso de tales características podría abarcar.
Palabras clave: literatura,
humanidades médicas, modelo
biopsicosocial, educación
médica
Departamento de Ciencias
Experimentales y de la Salud
Universitat
Pompeu Fabra 08003-Barcelona
tel.
34-93-542 29 50 • fax 34-93-542 28 02 E-mail: JBanos@imim.es
Usefulness of literature in the education of medical students
The interest
of teaching humanities in medical schools is increasingly accepted. Since the
first course on literature and medicine was started at the Pennsylvania State
University in the early seventies, the number of US medical schools offering
these courses has increased and now one third of them are including this topic
in their curricula. However, many teachers still put in doubt its interest and
some of them are unable to understand its usefulness for training medical
students. They argue that these courses are not giving any important knowledge
that was not already covered by the sc i e
n t i f i c approach. Some empirical evidences, ho w e v e r , defy such
opinions. Literature courses may giv e to medical students additional
information that is needed to understand better some aspects of medical
practice. For instance, psychological and sociologic a l aspects of illness and
the role of physicians in the holistic treatment of disease may be better
understood using li t erary works rather than classical medical tex t b o o k s
. Some of the former are masterpieces of human behavior description and
sickness is a frequent part of its plot. In the present article, the interest
of literature for medical students is discussed and the syllabus of a proposal
of a Literature and Medicine course is presented.
Key words: Literature,
medical humanities, biopsychosocial model, medical education.
CONSIDERACIONES
PREVIAS (Y, TAL VEZ, LA JUSTIFICACIÓN DE LO QUE SIGUE).
Siempre que hablo del interés de
la literatura, y en general las humanidades, para la educación de los
estudiantes de medicina, se plantea en los contertulios la duda de si realmente
sirven para algo. Sus preguntas son razonables: ¿qué conocimientos, actitudes o habilidades aportarán a los futuros médicos que no puedan obtener con
las materias tradicionales que cursan en su licenciatura? ¿Por qué pasar horas
leyendo sobre algo que nunca existió en lugar de estudiar los hechos reales
presentes en las ciencias médicas científicas ? No siempre es fácil convencerlos, pero a menudo empleo el
nada original argumento de alguna obra literaria. En un magnífico artículo
sobre:
El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez , Jones 1,
una de las primeras defensoras de la necesidad de compaginar literatura y
medicina en la formación de los médicos, daba su respuesta a las preguntas
planteadas unas líneas antes: las novelas permiten conocer hechos y situaciones
que difícilmente se encuentran en los libros de texto tradicionales de
medicina.2 Por ejemplo, la obra citada ofrece un
espléndido fresco sobre el envejecimiento, las limitaciones físicas que
conlleva y la manera de sobrellevarlas . Estos conocimientos son, en mi
opinión, de notable importancia para la mayoría de los estudiantes que en sus
años universitarios apenas pueden imaginar lo que puede suponer la vejez para
muchos de sus futuros pacientes. Conocerlos puede evitarles errores (a ellos)
y sufrimientos (a sus pacientes) innecesarios .
¿Por qué medicina y literatura? se preguntaban también en
el primer número de Literature and
Medicine 2, hace ya veinte años. En el tiempo
transcurrido desde entonces se han dado muchas respuestas, aunque las que han
tenido más aceptación son las llamadas explicaciones estéticas y éticas 3. Las
primeras defienden que enseñar a los estudiantes a leer, en el sentido más
amplio, ayuda a formarlos médicamente. Las segundas señalan que la única
función de la literatura en las facultades de Medicina sería enseñar reflexión
ética. En mi opinión el asunto es más fácil de comprender si huimos de análisis
académicos. La literatura, como la medicina, tiene la condición humana, con todas sus características de singularidad y de misterio, como uno de
sus objetivos principales . Por esta razón, el estudio de la ficción, la
poesía o las obras dramáticas pueden permitir a los estudiantes acceder a las
experiencias de los pacientes, de la familia y aun del propio médico. Asimismo, les pone en contacto con las consecuencias
de la enfermedad, las incapacidades derivadas de ésta, la atención a
los enfermos y a los moribundos, y la inevitabilidad del envejecimiento y de la
muerte.
La relación entre literatura y los
médicos tiene una larga tradición que sólo comentaré brevemente. Es tradicional
citar a Antón Pávlovich Chéjov (1860-1904), que simultaneó ambos oficios durante
toda su vida y que llegó a afirmar que la medicina era su esposa y la
literatura su amante 4. Por supuesto, Chéjov no era una excepción y
en la nómina de médicos-escritores (o escritores médicos) también reconocemos a
François Rabelais (circa 1494-1553),
Arthur Conan Doyle (1859-1930), William Somerset Maugham (1874-1965) o William
Carlos Williams (1883-1963), entre muchos otros. Entre los nuestros, podemos
recordar a Diego de Torres Villaroel (1693-1770), Andrés Bello (1781-1865), José
Rizal (18611896), Gregorio Marañón (1887-1960) o Pedro Laín Entralgo (1908-2001). En un ensayo
reciente, Navarro 5 ha analizado las múltiples razones que han
convertido a los médicos en escritores en todas las épocas y países. Entre todas las que esgrime para
justificar esta frecuente relación, la que más me convence es el argumento de
que el contacto diario de los médicos con los seres humanos les incita a la
escritura. En esta analogía, no es iluso creer que las obras literarias, que
casi siempre les tienen como protagonistas, acaben interesando a los médicos.
Aceptando esta premisa, es razonable pensar que su análisis puede enriquecer
notablemente la educación de los estudiantes de medicina.
En realidad, la idea de los cursos de literatura y
medicina para estudiantes de medicina no es nueva. En los Estados Unidos el
primer programa de literatura en una facultad de Medicina se inició en la Pennsylvania State University College en
Hershey,cuando Joanne Trautmann (Banks) empezó a impartirlo en 1972 6. Desde
entonces, esta materia está presente en aproximadamente un tercio de las
facultades de Medicina de los Estados Unidos con el objetivo de enriquecer los
curriculums médicos, centrados generalmente en la transmisión neutra de
los hechos científicos . Esta situación refleja el interés de la
enseñanza de las humanidades en las facultades de Medicina , aunque no
todos los profesores tienen una opinión unánime a este respecto 7. Pero
el avance ha sido notable y, de una forma u otra, se han dado cursos de
humanidades en las dos últimas décadas en universidades de todo el mundo, tanto
a estudiantes de medicina como a licenciados 6.
EL PORQUÉ DE LA
LITERATURA EN LA ENSEÑANZA DE LA MEDICINA
Pocos negarán que los escritos médicos son, en general,
prolijos por sistemáticos, aburridos por reiterativos y desincentivadores por
abstractos. Quizá estamos tan acostumbrados a la lectura de las obras médicas
que no nos importuna su aridez. Las obras literarias son otra
cosa. Veamos, por ejemplo, cómo el emperador
describe su propia enfermedad en la obra Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar 8.
“He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes, que acaba de
regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia . El examen debía
hacerse en ayunas . Habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas
del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica.
Te evito detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo,
y la descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara a morir de una hidropesía del corazón. Digamos
solamente que tosí, respiré y contuve el aliento conforme a las indicaciones de
Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven Iollas, que me
atendió durante su ausencia. Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. El ojo de
Hermógenes sólo veía en mi un saco de humores, una triste amalgama de linfa
y de sangre. Esta mañana pensé por primera vez que mi cuerpo, ese compañero
fiel , ese amigo más seguro y mejor conocido que mi alma, no es más
que un monstruo solapado que acabará por devorar a su amo. Haya paz... Amo mi cuerpo: me ha servido bien, y de todos modos no le escatimo los
cuidados necesarios. Pero ya no cuento, como Hermógenes finge contar, con las
virtudes maravillosas de las plantas y el dosaje exacto de las sales minerales que ha ido a buscar a Oriente. Este hombre, tan sutil sin embargo,
abundó en vagas fórmulas de aliento , demasiado triviales para engañar a
nadie. Sabe muy bien cuánto detesto esta clase de impostura, pero o no en
vano ha ejercido la medicina durante más de treinta años. Perdono a este buen
servidor su esfuerzo por disimularme la muerte. Hermógenes es sabio, y tiene
también la sabiduría de la prudencia: su probidad excede con mucho a la de
un vulgar médico de palacio .Tendré la suerte de ser el mejor atendido de los enfermos . Pero nada puede ya exceder de los límites prescritos; mis
piernas hinchadas ya no me sostienen durante las largas ceremonias romanas; me sofoco; y tengo sesenta años.”
Es difícil describir de forma tan diáfana la evolución de
una enfermedad crónica, la consideración del paciente respecto a su progresión
o las sutilezas de la relación médico-enfermo. Compárese la descripción de los
edemas de la obra anterior con un fragmento escogido al azar de una obra médica 9:
“El vaciado ventricular incompleto y la relajación ventricular
inadecuada producen una elevación de la presión diastólica ventricular. Si el
deterioro de la función cardíaca afecta al ventrículo derecho, las presiones en
las venas y capilares sistémicos puede elevarse, aumentando así la trasudación
de líquido hacia el espacio intersticial y favoreciendo la aparición de edema
periférico. La elevada presión venosa sistémica se transmite al conducto torácico
con la consecuente reducción del drenaje linfático, que aumenta todavía más
la acumulación de edema.”
No estoy, por supuesto, denostando de las obras de
medicina empleadas para la formación de los estudiantes y la actualización de
los médicos en ejercicio. Pero lo cierto es que, quizá por su propio carácter,
no es frecuente que en los grandes tratados se encuentren referencias a algunos
aspectos de la enfermedad que son importantes para que los estudiantes puedan
comprender lo que significa de una forma holística. En otras palabras, la
descripción de la producción de los edemas en el texto citado es una
transcripción de un mero proceso biofísico, y necesaria para comprender cómo se
producen aquellos. Durante mi vida de estudiante no recuerdo haber leído en
ninguna parte (ni que nadie me explicara) cómo los
edemas, y por extensión la insuficiencia cardíaca, pueden llegar a alterar la
vida de quién los sufre. Para mí es evidente que las lecturas del texto médico
y de la obra de Yourcenar son complementarias, pues si la primera permite
conocer el hecho biológico, la segunda aporta la comprensión de las
consecuencias personales de esa alteración de origen biofísico.
Otro ejemplo, más acorde con la materia que imparto
periódicamente a mis estudiantes, se
refiere al problema de la infrautilización de los opioides por el miedo
a la fármacodependencia (la famosa opio
fobia) y al sufrimiento innecesario que tal situación genera . Se
hace difícil en ocasiones que los estudiantes comprendan esta situación cuando
son confrontados con las evidencias de la seguridad del uso de tales
analgésicos respecto al riesgo de inducir adicción cuando se emplean
correctamente. En una de las obras esenciales de la farmacología puede leerse 10.
“Algunos clínicos, a causa de su
preocupación excesiva por la posibilidad de inducir adicción, tienden a
prescribir dosis iniciales de opioides que son demasiado pequeñas o que se
administran con muy poca frecuencia para aliviar el dolor, y a continuación
reaccionan a las molestias sostenidas por el paciente con una preocupación
incluso más exagerada sobre la dependencia del fármaco, a pesar de la gran
probabilidad de que la solicitud de más cantidad de medicamento sea sólo
la consecuencia esperada de la dosificación insuficiente prescrita desde un
principio.”
Indiscutiblemente, esta explicación es
absolutamente correcta, pero no permite conocer las consecuencias que puede
suponer tal conducta para los pacientes que precisan analgésicos potentes, ni
de las razones por los que los médicos la adoptan. De nuevo, la literatura nos
ofrece una visión más vívida y emocional de lo que puede ocurrir en situaciones
más o menos reales. Veamos tres ejemplos, el primero de la emotiva obra Una muerte muy dulce 11 ,
escrita por Simone de Beauvoir en 1964 tras la muerte de su madre a
consecuencia de un cáncer intestinal:
“Pasé la noche a su lado. Temía a las pesadillas tanto como al dolor.
Cuando llegó el doctor N le pidió: “Que me pongan tantas inyecciones como sea
necesario”, imitando el gesto de la enfermera que clava la aguja: “¡Ah, ah! ¡se
va a convertir en una auténtica drogadicta le dijo el doctor en tono de broma:
“Le podré conseguir morfina a precios muy ventajosos.”Su rostro se mudó y me
espetó con voz dura: “Hay dos puntos sobre los cuales un médico que se respete
no transige: la droga y el aborto”.
El segundo ejemplo viene de la obra La enfermedad de Sachs 12 , escrita por el
médico francés Martin Winckler, y recomendable por muchas otras razones:
“Sé que a veces la gente llama al médico porque tienen miedo de que les
duela, antes de que les dé, los jóvenes de hoy en día son tan delicados, tan
inseguros, tan preocupados por la mínima cosa. Pero por cuatro personas que
tienen más miedo que dolor y que, en cuanto llega el médico, ya se encuentran
mejor, hay una quinta que se retuerce de dolor, que no sabe dónde meterse, en
qué posición, porque les tortura, en el vientre, en el pecho o en otro sitio, ya es insoportable. Ésos, sí tienen que vérselas con algunos de tus compañeros, lo
llevan claro si quieren verse aliviados (cuántas veces he oído a gente decir que
les habían dejado sufrir, a ellos, a su padre o su hermano, y los médicos
decían que no podían hacer nada, que sobre todo, no había que enmascarar los
síntomas, que el dolor es útil, permite que el médico sepa lo que está
pasando, parece que les molesta ver a la gente encontrarse mejor), pero si
tienen la suerte de dar contigo, pasarán el resto de la noche tranquilos. A ti,
no te molesta que los pacientes no sufran”.
El tercer ejemplo proviene de la novela de Isabel
Allende, Retrato en sepia 12,
en el que se describe el alivio del dolor que la abuela de la protagonista
sufre en los últimos días de su vida:
“En esos días tuve muchas ocasiones de ver a Gengis Khan, quien
controlaba el estado de la paciente y resultó, como era de esperar, más asequible que el célebre doctor Suffolk o las severas matronas del establecimiento.
Contestaba a las inquietudes de mi abuela sin vagas respuestas de consuelo,
sino con explicaciones racionales, y era el único que procuraba aliviar su
aflicción, los demás se interesaban en el estado de la herida y la fiebre,
pero ignoraban los quejidos de la paciente. ¿Pretendía acaso que no le
doliera? Más bien debía callarse la boca y agradecer que le hubieran salvado la
vida, en cambio el joven doctor chileno no ahorraba morfina, por que creía que
el sufrimiento sostenido acaba con la resistencia física y moral del enfermo,
retardando o impidiendo la sanación, como le aclaró a Williams.”
De nuevo,
no hay duda que los estudiantes deben aprender la farmacología de los
analgésicos opioides para conocer los riesgos asociados a su uso, pero también
es indiscutible que los textos citados les permiten adquirir una información
directa de lo que sucede cuando tales fármacos no se utilizan de forma óptima
para aliviar el sufrimiento. Los tres ejemplos son muestras de cómo las obras
literarias pueden ayudar a comprender mejor la profesión médica a aquellos
que se acercan a las facultades de Medicina.
DE MI INTERÉS POR LA LITERATURA EN LOS
ESTUDIOS MÉDICOS
En agosto de 1999 me encontraba en uno de esos congresos
mundiales que reúnen durante unos días a miles de especialistas en lugares
generalmente más atractivos para la visita turística que para la sesuda
reflexión científica. En mi vagar por las llamadas exposiciones comerciales, me
acerqué a la de u na librería local. Curioseando entre los libros expuestos, me
llamó la atención uno de ellos por su curioso título: Narrative-based medicine14. ¡Caramba! – pensé
–, en estos tiempos de la medicina basada en la evidencia (o mejor, medicina
factual), ¿qué debe ser esto de la medicina basada en narraciones? Lo tomé del
estante para hojearlo interesado. Lo primero que me llamó la atención fueron
los editores, nadie sospechoso de publicar banalidades. La lista de autores era
también sugestiva: clínicos de distinto origen junto a profesionales de las
humanidades. Los títulos de los capítulos tampoco tenían desperdicio. En fin,
la lectura rápida de algunos párrafos me convenció. Me lo quedé. Fue como una
conversión paulina, aunque había sucedido en Viena y no camino de Damasco.
Aquí empezó todo. En plena fiebre médico - literaria , una de
las revistas más prestigiosas en el ámbito de la medicina clínica inició una
serie de artículos sobre este tema 15 - 1 7 y descubrí
que poco antes había publicado un suplemento dedicado a literatura,
medicina y envejecimiento 18 .
A fin de observar
la bondad del sistema, me desplacé hace algunos meses a la Penn State University Medical College en
Hershey (Pensylvannia) a fin de observar in situ la organización de la
que constituyó la primera facultad que
integró la literatura en particular, y las humanidades en general, en su
plan de estudios de Medicina. Ann Hunsacker Hawkins es quien dirige el
programa de literatura y fue un placer asistir a sus seminarios para
estudiantes de Medicina y leer los contenidos de Wild Onions, la revista de humanidades médicas que publica su
departamento y en el que pueden leerse las contribuciones literarias de los
estudiantes y miembros del Medical
College. Para mí fue el espaldarazo definitivo para considerar que la
literatura podía ser un tema importante en las facultades de Medicina.De lo que
vi allí, de las lecturas y de las reflexiones nace la propuesta que detallo
en la sección siguiente.
UNA PROPUESTA DE
CURSO DE LITERATURA Y MEDICINA PARA ESTUDIANTES DE
MEDICINA
En cualquier curso debe definirse los
objetivos educativos para proceder de manera racional a su planificación. Algunos autores los han establecido para los dedicados a literatura y
medicina y el propuesto acepta, con algunos matices, los enunciados en la Tabla
1. El objetivo principal sería permitir la discusión de algunos aspectos de la
actividad médica que considero primordiales para ejercer la profesión correctamente. Para alcanzarlo, se pretende que los estudiantes de los años
preclínicos reconozcan pronto los elementos psicológicos y sociológicos
asociados a la enfermedad, en el convencimiento que con ello se podría
conseguir una actitud más positiva y, más adelante, una práctica más humana
de la medicina. Se desea , en fin, que los estudiantes consideren a los
pacientes como personas que enferman y no como meros casos.
En esta filosofía también es importante incluir
sesiones sobre la ética de la investigación médica y las características de la
profesión médica, aspectos ambos esenciales para el ejercicio adecuado de la
profesión en el siglo que se ha iniciado.
El método docente consistiría en el trabajo con un
grupo reducido de alumnos (no más de 15). Cada estudiante debería leer una
obra completa de las escogidas en el curso, y redactar un estudio que
presentará al resto de los miembros del grupo. Este estudio debería recoger los
datos biográficos del personaje , analizar la obra en su contexto histórico, identificar los elementos de interés médico y describir sus características
literarias básicas. E l resto de miembros del grupo deberían haber leído
previamente un fragmento recomendado de la obra en cuestión, lo que les
permitiría conocerla y comentar los aspectos más relevantes en la sesión de
grupo. Los grandes temas que se desean tratar, así como las obras que podrían
emplearse, se describen a continuación.
Las repercusiones psicológicas de la enfermedad. En esta sección se desea que los estudiantes comprendan cómo la
enfermedad afecta a la vida de aquellos que la sufren, especialmente cuando es
irreversible o mortal. Las obras escogidas son la ya citada Una muerte muy dulce (1964) de Simone de Beauvoir, La muerte de Ivan Illych (1879) de Leon Tolstoi, El Pabellón número 6 (1892) de Antón Chejov y Pabellón de cáncer (1971) de Aleksandr Solzhenitsyn.
Tabla 1. Ejemplos de objetivos generales de un curso de
literatura y medicina para estudiantes de medicina (modificado de Squier 19)
• Profundizar
en el conocimiento de las perspectivas de los pacientes y de los médicos
frente a la enfermedad como parte de la relación médico-paciente.
• Preparar
y motivar en la adquisición de las técnicas de entrevista clínica.
• Preparar
para los años clínicos mediante una mejora del conocimiento de los temas
psicosociales y desarrollar la capacidad empática hacia los pacientes.
• Desarrollar
un conocimiento más profundo de cómo los seres humanos comunican sus
emociones.
• Estimular
la reflexión sobre las repercusiones de la actividad médica.
• Presentar
la idea del paciente como un ser humano enfermo.
|
La enfermedad en primera persona.
Existen numerosas obras en las que los autores narran las vivencias generadas
por la enfermedad que sufren o han sufrido. Esta amplia disponibilidad permite
escoger algunas de ellas para ofrecer una visión de primera mano de cómo la
viven los afectados, y su opinión sobre los médicos y el resto de profesionales
sanitarios. Con este objetivo consideramos útiles La escafandra y la mariposa (1997) de Jean Dominique Bauby, Con una sola pierna (1984) de Oliver
Sacks,Diagnóstico
cáncer (2000) de Miriam Suárez y Monte
Sinaí (1995) de José Luis Sanpedro.
Los aspectos sociológicos de la enfermedad. La
sociedad está formada por seres humanos y es indudable que la enfermedad, como
afección personal, conlleva con frecuencia repercusiones en ambas di recciones. Por un lado, la afección de los pacientes influye en la conducta de
las sociedades en que viven, pero el rechazo o la aceptación de éstas también
modula la vivencia personal de la enfermedad. Para ilustrar tales problemas, escogemos La peste (1947) de Albert Camus, La enfermedad como
metáfora (1979) de Susan Sontag, Veo una voz (1989) de Oliver Sacks y Principes de Maine (1985) de John
Irving.
La medicina como profesión: la relación médico - enfermo. Las dificultades del ejercicio de la
medicina, las
diferencias entre la medicina hospitalaria y extrahospitalaria, así como los
conflictos entre médicos y pacientes, se plantean con meridiana claridad en
numerosas obras, de las se recomiendan Memories d’un cirurgià (2001) de Moisés Broggi, La casa de Dios (1978) de Samuel Shem, La enfermedad de Sachs (1998) de Martín Winckler y Cuerpos y almas (1935) de Maxence van
der Meersch.
Los límites de la investigación médica. Dada la extensa
actividad de investigación de los hospitales universitarios, es importante que
los estudiantes reflexionen sobre su significado y cómo debe existir un
compromiso entre el respeto a los enfermos y el progreso de la medicina. Asimismo, también deben conocer las tentaciones de fraude que pueden aparecer
en los investigadores. Empleamos para ello
Frankenstein (1831) de Mary Shelley, Muerte súbita (2000) de Michael Pal m e r , Dr . Jec kyll y Mr. Hyde (1886) de
Robert Louis Stevenson y, de nuevo, Cuerpos
y almas (1935) de Maxence van der Meersch.
Los profesores pueden estirar y contraer este curso tanto
como deseen. De hecho , algunos de sus temas puede constituir un curso por sí
mismo. Las sugerencias de organización del curso tampoco deben seguirse a
rajatabla: el interés de los alumnos, la disposición del profesor y el tiempo
disponible para la docencia le darán la forma más adecuada en cada caso.
Y UNAS CONSIDERACIONES FINALES
La propuesta presentada en los
párrafos anteriores es sólo una de las muchas existentes, pues cada profesor
debe adaptar el curso a las necesidades de sus estudiantes. Se sugiere a los
interesados la consulta de otros modelos como el propuesto por Downie y cols 20 para las facultades de medicina escocesas. En el campo de los recursos
literarios, las posibilidades son múltiples y deben escogerse en función de los
objetivos que se desee alcanzar. Pueden emplearse libros de relatos de los
propios pacientes, obras de médicos en clave autobiográfica o de pura ficción
y, por supuesto,obras literarias, digamos puras, que tienen o no el problema
médico como argumento central. On-Line
Database of Literature, Arts & Medicine de la New Yo rk University S ch ool of Medicine( http//:endeavor.med.nyu.edu/lit-med) contiene un gran número de referencias comentadas que se
actualizan periódicamente. En esta base de datos pueden encontrarse numerosas
sugerencias para ilustrar prácticamente cualquier tema de interés médico.
Sin embargo, su contenido se basa eminentemente (aunque no de forma exclusiva)
en referencias anglosajonas, muchas de ellas sin traducir al
español o de difícil adquisición, dada la manía de los muchos editores de
descatalogar las obras de su fondo editorial con rapidez enfermiza. La base de
datos citada incluye escritores en lengua española como Jorge Luis Borges (Los inmortales), Miguel de Cervantes (El licenciado Vidriera ), Gabriel
García Márquez (El amor en los tiempos
del cólera), Carlos Fuentes (Aura),
Ana María Matute (Primera memoria) o
MarioVargas Llosa (La guerra del fin del
mundo). Además, incluye un buen número de películas de interés en
la docencia de la medicina.
Finalmente , existen dos obras que recomiendo
a todos aquellos que deseen acercarse un poco más al mundo de las relaciones
entre literatura y medicina desde el punto de vista docente. La primera es
Teaching, literature and medicine, en especial los capítulos de Hawkins y
McEntyre 6 y Charon 21 . La segunda es el ya citado Narrative based medicine,14 sobre todo las contribuciones de Squier 19 y Rachman 22 .
Con su lectura, el lector tendrá opiniones más razonadas que la mía de porqué
la literatura puede ayudar a los estudiantes de medicina a ser mejores médicos.
CONCLUSIÓN
La literatura constituye un recurso docente notabilísimo
para enseñar algunos aspectos de su futura profesión a los estudiantes de
medicina, que son sistemáticamente ignorados en los curricula tradicionales de
muchas facultades. La implantación de un curso sobre literatura y medicina
puede ayudar a que los estudiantes se doten de un bagaje
de conocimientos y actitudes que les ayudarán a ejercer mejor su profesión. A
ello contribuirán sin duda la consideración de aspectos muy importantes del
proceso de enfermar y de sus repercusiones psicológicas y sociológicas en los
seres humanos.
AGRADECIMIENTOS
A Amparo Jordá por sus sugerencias sobre algunos de los
textos que se incluyen como ejemplos y por compartir conmigo el placer por la
lectura. A Ann Hunsacker Hawkins y a Philip Collins por su cálida acogida en
Hershey.
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