Vem, vamos embora, que esperar não é saber,
Quem sabe faz a hora, não espera acontecer.

geraldo vandrrè

martes, 21 de enero de 2014

¿por qué la literatura?

El hombre dedicado a la ciencia, fue progresivamente apartado de las humanidades y de las artes, entendiendo que estas eran meras manifestaciones de un mundo espiritual e imaginario, a veces mágico, que no condecían con el avance de la ciencia y la tecnología. 
Desde el siglo XVIII el hombre occidental fue instruido en la idea de que la única guía para el conocimiento era la razón; si bien el siglo XX reaccionó contra este concepto, en el imaginario colectivo todas las manifestaciones vinculadas a las artes, continuaron siendo de interés para una élite de “entendidos” o una clase de personas que no acompañaban las exigencias de la vida moderna. 
En realidad es el uso de la imaginación, la creatividad e incluso la intuición, entre otras cosas, lo que ha permitido desde siempre, el avance de la humanidad; los progresos científicos han partido de la poderosa imaginación de algunos hombres que se aventuraron a ir más allá de lo obvio,  es por ello que volver los ojos hacia ellas es lo que hace más efectivos los cambios frente a las necesidades del hombre actual. 
Pero todo arte implica no sólo el impulso creador, sino una técnica que comunique aquello que el artista quiera manifestar. Para Sartre, el ser escritor implica más el cómo decir que el qué decir. Es aquí donde se vislumbra la validez del análisis literario, estudio que nos lleva a la profundización del texto escrito y sus recursos.
La palabra LITERATURA proviene del término latino littera y designa a la letra, se considera literatura al arte cuya expresión está basada en la escritura (aun cuando el origen pueda  ser oral). El lenguaje es la materia del arte literario y el mismo tiene otros usos que están vinculados a otras actividades humanas. Poder entender los recursos de los que se vale el arte para expresarse es un comienzo para entender o componer los mensajes y, de esta manera, lograr una mayor fluidez en la comunicación -que es su primer cometido.
Poner el énfasis en el mensaje es centrarse en la función poética del lenguaje, y si bien definimos la literatura como arte, no es menos importante destacarla como el uso más excelso de la lengua, en el sentido de la selección más apropiada que hace un escritor para poder expresarse.
La obra literaria tiene algunas características que la hacen particular: es perdurable, es estética y es ficticia. 
El hecho de que sea perdurable no significa que sea estática. Si tenemos en cuenta el esquema de la comunicación, la obra literaria, que es el mensaje a transmitir, es fija. 
Decimos que es perdurable porque una vez que el escritor (emisor) da a conocer su obra (mensaje), ésta pasa a ser leída por todo aquel que esté interesado (receptor), no importa el tiempo que haya transcurrido desde que se creó. Lo que la hace duradera es el soporte (piedra, papiro, pergamino, libro) y ella existe en la medida en que se pueda leer. Esto interesa dado que la interpretación que se haga de un texto literario no será unívoca, no sólo variará de persona a persona, sino, también, de época en época, de región en región: en esto reside su riqueza. Más aún, la lectura de la misma obra realizada por el mismo individuo, a diferentes edades, brinda una opinión distinta, de acuerdo a las vivencias y circunstancias que va experimentando el  lector. Pero la obra es la misma y el texto parece inagotable en sus múltiples interpretaciones.
Independientemente de lo que nos pueda brindar a cada uno, el análisis de la obra literaria parte del conocimiento de las circunstancias en que ella se crea; muchas veces, incluso, podemos discernir entre las intenciones implícitas y explícitas del autor. Lograr una aproximación a la época, usos y costumbres del lugar de origen, datos biográficos, etc., esclarecen varios aspectos de la obra literaria. Podemos profundizar el análisis cuando vemos la forma (género) y estructura de la misma. Nos acostumbramos, así, a ampliar el panorama buscando en lo extratextual, elementos que puedan revelar lo intratextual , y de esta manera acercarnos al mensaje que se nos quiso transmitir. Este proceso no deja exenta la posibilidad de enriquecerlo con aquello personal que el receptor tiene para aportar. Toda obra de arte se da en la medida en que participa el receptor, en mayor o menor grado.
Así,  aprendemos a conocer la sensibilidad y las opiniones, las creencias y los valores, de gente que está a veces cerca, pero muchas veces lejos, de nuestras propias experiencias. Tenemos la oportunidad, entonces, de acercarnos y conocer  realidades ajenas a la nuestra. Conocer, muchas veces, lleva a comprender. 
Dijimos, además, que la obra literaria es estética; este concepto implica, por etimología, lo que afecta a los sentidos, a la sensibilidad. El arte de la escritura tiene manifestaciones donde lo que busca  el artista es enviar un mensaje cargado de significados, que pueda llegar al público a quien está dirigido. En una primera aproximación lo estético se relaciona con lo sensible, con la manera cómo se percibe algo concreto por medio de los sentidos y con las sensaciones y sentimientos que produce. Esto significa, que lo importante es la reacción que induce en el receptor, en quien provoca el placer estético. Es I. Kant quien caracteriza lo bello con el placer sin interés, la finalidad sin objetivo, la universalidad sin concepto y la regularidad sin ley.  
Dice U. Eco: “al considerar bello un objeto, creemos que nuestra opinión ha de tener un valor universal y que todos deben (o deberían) compartirla. Pero, dado que la universalidad del juicio del gusto no exige la existencia de un concepto al que adecuarse, la universalidad de  lo bello es subjetiva: es una pretensión legítima por parte del que emite el juicio, pero no puede adoptar de ningún modo un valor de universalidad cognoscitiva”.
Cuando terminamos de leer  una obra literaria, emitimos un juicio de valor estético. Esto está relacionado con los cánones de belleza de nuestra época, de nuestra cultura y con nuestro gusto particular. Ni siquiera los clásicos escapan a esta afirmación. Pero también nuestra formación personal, nuestra información sobre lo leído y la profundización en el texto, a través del análisis, nos permiten apreciar de forma muy diferente la experiencia estética.
La aproximación a todo tipo de arte implica el despertar de nuestra sensibilidad, a través de ella entendemos a los otros y nos descubrimos a nosotros mismos. Si el conocimiento científico es racional, el estético es sensible. No es casual que la psicología determine rasgos de la personalidad en base a la percepción de la obra de arte. 
Y por último manifestamos que la obra literaria es ficticia puesto que, a diferencia de la Historia, no tiene como objetivo la verdad. Toda literatura tiene un autor que crea su obra, la forma cómo lo hace varía en cada uno de ellos, y a lo largo de la historia lo han definido como el producto de la inspiración, de la razón y/o del trabajo arduo y meticuloso del escritor.
La ficción no necesita ser creída como verdad, sino como ficción. Las obras presentan una coherencia interna que las hace creíbles en su invención, el lector se introduce en ese mundo con el cual a priori hizo un pacto “ficcional”. Esto lo vemos claramente, también, en otro arte que tiene una narrativa propia: la obra cinematográfica. En ella el público reacciona de acuerdo a lo que ve (llora, se asusta, se ríe), aun cuando sabe perfectamente todo lo que implica la película como creación. El teatro agrega a eso la particularidad de que ambos, público y personajes de la ficción, comparten el mismo espacio, separado por…nada. En todos estos ejemplos vemos que definitivamente hay un acuerdo tácito entre emisor y receptor, luego queda el mensaje por decodificar.
Entonces, ¿Cuál es el aporte que el estudio de la obra literaria puede dar a la práctica médica?
Para comenzar, posibilitará la reflexión sobre el lenguaje mismo; esta función (la metalingüística) explorará las diversas posibilidades del uso del lenguaje. Muchas veces quien realiza la práctica médica, da por descontado que lo que dice llega al paciente (receptor), tal cual él lo está pensando; es así que puede usar un lenguaje pleno de tecnicismos que entorpecen el fenómeno de la comunicación, es más, a veces  directamente no se produce la misma. Ponerse en el lugar del otro, tratar de entender su código lingüístico para acercarse a él, facilita la relación médico-paciente y posibilita la empatía. Desde el otro punto de vista, el técnico como receptor, podrá estar más calificado para encontrar en el discurso lingüístico del paciente (emisor, en este caso), los elementos que lo ayuden a comprender  la realidad y el estado en el que el mismo se encuentra.
El descubrimiento y posterior desarrollo de la capacidad narrativa del médico, hará posible la construcción, en conjunto, de una historia clínica del paciente que redundará en una real aproximación a las vivencias de éste (sus miedos, sus dolores, su circunstancia).
El hombre de ciencia practica su capacidad de síntesis, el estudio de las artes profundiza en el análisis. El ejercicio de esta competencia redundará en la especificidad de cada caso, saliendo del impersonal  e inadecuado formulario.
La literatura muchas veces insinúa más de lo que dice, y aun cuando lo diga podemos encontrar siempre, aquellos resortes que movieron al escritor a expresarse de determinada manera. Aprender sobre los recursos de estilo de las obras nos ejercita en el análisis del uso del lenguaje de cualquier hablante.
A través de la obra literaria podremos aproximarnos a los temas que han preocupado o llamado la atención de la humanidad, desde siempre; esto le permitirá entender, al profesional, que no está solo en su forma de sentir o de pensar. El estudio de los mitos y leyendas y los tópicos de la literatura, lo ubicarán en el origen mismo de los anhelos y los miedos del hombre. Además, el análisis de estos aspectos, con sus correlativos comentarios y la posibilidad de manifestar la opinión sobre los mismos, abrirán un canal en la comunicación, que facilitará el intercambio y el relacionamiento entre los pares. 

En nuestra cultura occidental, ha habido una progresiva deshumanización en todas las actividades del Hombre. Cultivar la sensibilidad para renovar el vínculo entre los seres humanos, es un aspecto que se puede dar, utilizando la obra de arte como medio para propiciar ese acercamiento.

Prof. de  literatura María de los Angeles Prada

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