El hombre dedicado a la ciencia, fue progresivamente
apartado de las humanidades y de las artes, entendiendo que estas eran meras
manifestaciones de un mundo espiritual e imaginario, a veces mágico, que no
condecían con el avance de la ciencia y la tecnología.
Desde el siglo XVIII el hombre occidental fue instruido en
la idea de que la única guía para el conocimiento era la razón; si bien el
siglo XX reaccionó contra este concepto, en el imaginario colectivo todas las
manifestaciones vinculadas a las artes, continuaron siendo de interés para una
élite de “entendidos” o una clase de personas que no acompañaban las exigencias
de la vida moderna.
En realidad es el uso de la imaginación, la creatividad e
incluso la intuición, entre otras cosas, lo que ha permitido desde siempre, el
avance de la humanidad; los progresos científicos han partido de la poderosa
imaginación de algunos hombres que se aventuraron a ir más allá de lo
obvio, es por ello que volver los ojos
hacia ellas es lo que hace más efectivos los cambios frente a las necesidades
del hombre actual.
Pero todo arte implica no sólo el impulso creador, sino una
técnica que comunique aquello que el artista quiera manifestar. Para Sartre, el
ser escritor implica más el cómo decir que el qué decir. Es aquí donde se
vislumbra la validez del análisis literario, estudio que nos lleva a la
profundización del texto escrito y sus recursos.
La palabra LITERATURA proviene del término latino littera y designa a la letra, se
considera literatura al arte cuya expresión está basada en la escritura (aun
cuando el origen pueda ser oral). El
lenguaje es la materia del arte literario y el mismo tiene otros usos que están
vinculados a otras actividades humanas. Poder entender los recursos de los que
se vale el arte para expresarse es un comienzo para entender o componer los
mensajes y, de esta manera, lograr una mayor fluidez en la comunicación -que es
su primer cometido.
Poner el énfasis en el mensaje es centrarse en la función poética del lenguaje, y si bien
definimos la literatura como arte, no es menos importante destacarla como el
uso más excelso de la lengua, en el sentido de la selección más apropiada que
hace un escritor para poder expresarse.
La obra literaria tiene algunas características que la hacen
particular: es perdurable, es estética y es ficticia.
El hecho de que sea perdurable no significa que sea
estática. Si tenemos en cuenta el esquema de la comunicación, la obra
literaria, que es el mensaje a transmitir, es fija.
Decimos que es perdurable porque una vez que el escritor
(emisor) da a conocer su obra (mensaje), ésta pasa a ser leída por todo aquel
que esté interesado (receptor), no importa el tiempo que haya transcurrido
desde que se creó. Lo que la hace duradera es el soporte (piedra, papiro, pergamino,
libro) y ella existe en la medida en que se pueda leer. Esto interesa dado que
la interpretación que se haga de un texto literario no será unívoca, no sólo
variará de persona a persona, sino, también, de época en época, de región en
región: en esto reside su riqueza. Más aún, la lectura de la misma obra
realizada por el mismo individuo, a diferentes edades, brinda una opinión
distinta, de acuerdo a las vivencias y circunstancias que va experimentando
el lector. Pero la obra es la misma y el
texto parece inagotable en sus múltiples interpretaciones.
Independientemente de lo que nos pueda brindar a cada uno,
el análisis de la obra literaria parte del conocimiento de las circunstancias
en que ella se crea; muchas veces, incluso, podemos discernir entre las
intenciones implícitas y explícitas del autor. Lograr una aproximación a la
época, usos y costumbres del lugar de origen, datos biográficos, etc.,
esclarecen varios aspectos de la obra literaria. Podemos profundizar el
análisis cuando vemos la forma (género) y estructura de la misma. Nos
acostumbramos, así, a ampliar el panorama buscando en lo extratextual, elementos que puedan revelar lo intratextual , y de esta manera acercarnos al mensaje que se nos
quiso transmitir. Este proceso no deja exenta la posibilidad de enriquecerlo
con aquello personal que el receptor tiene para aportar. Toda obra de arte se
da en la medida en que participa el receptor, en mayor o menor grado.
Así, aprendemos a
conocer la sensibilidad y las opiniones, las creencias y los valores, de gente
que está a veces cerca, pero muchas veces lejos, de nuestras propias
experiencias. Tenemos la oportunidad, entonces, de acercarnos y conocer realidades ajenas a la nuestra. Conocer,
muchas veces, lleva a comprender.
Dijimos, además, que la obra literaria es estética; este
concepto implica, por etimología, lo que afecta a los sentidos, a la
sensibilidad. El arte de la escritura tiene manifestaciones donde lo que
busca el artista es enviar un mensaje
cargado de significados, que pueda llegar al público a quien está dirigido. En
una primera aproximación lo estético se relaciona con lo sensible, con la
manera cómo se percibe algo concreto por medio de los sentidos y con las
sensaciones y sentimientos que produce. Esto significa, que lo importante es la
reacción que induce en el receptor, en quien provoca el placer estético. Es I.
Kant quien caracteriza lo bello con el placer
sin interés, la finalidad sin
objetivo, la universalidad sin
concepto y la regularidad sin ley.
Dice U. Eco: “al considerar bello un objeto, creemos que
nuestra opinión ha de tener un valor universal y que todos deben (o deberían)
compartirla. Pero, dado que la universalidad del juicio del gusto no exige la
existencia de un concepto al que adecuarse, la universalidad de lo bello es subjetiva: es una pretensión
legítima por parte del que emite el juicio, pero no puede adoptar de ningún
modo un valor de universalidad cognoscitiva”.
Cuando terminamos de leer
una obra literaria, emitimos un juicio de valor estético. Esto está
relacionado con los cánones de belleza de nuestra época, de nuestra cultura y
con nuestro gusto particular. Ni siquiera los clásicos escapan a esta
afirmación. Pero también nuestra formación personal, nuestra información sobre
lo leído y la profundización en el texto, a través del análisis, nos permiten
apreciar de forma muy diferente la experiencia estética.
La aproximación a todo tipo de arte implica el despertar de
nuestra sensibilidad, a través de ella entendemos a los otros y nos descubrimos
a nosotros mismos. Si el conocimiento científico es racional, el estético es
sensible. No es casual que la psicología determine rasgos de la personalidad en
base a la percepción de la obra de arte.
Y por último manifestamos que la obra literaria es ficticia puesto
que, a diferencia de la Historia, no tiene como objetivo la verdad. Toda
literatura tiene un autor que crea su obra,
la forma cómo lo hace varía en cada uno de ellos, y a lo largo de la historia
lo han definido como el producto de la inspiración, de la razón y/o del trabajo
arduo y meticuloso del escritor.
La ficción no necesita ser creída como verdad, sino como
ficción. Las obras presentan una coherencia interna que las hace creíbles en su
invención, el lector se introduce en ese mundo con el cual a priori hizo un
pacto “ficcional”. Esto lo vemos claramente, también, en otro arte que tiene
una narrativa propia: la obra cinematográfica. En ella el público reacciona de
acuerdo a lo que ve (llora, se asusta, se ríe), aun cuando sabe perfectamente
todo lo que implica la película como creación. El teatro agrega a eso la
particularidad de que ambos, público y personajes de la ficción, comparten el
mismo espacio, separado por…nada. En todos estos ejemplos vemos que
definitivamente hay un acuerdo tácito entre emisor y receptor, luego queda el
mensaje por decodificar.
Entonces, ¿Cuál es el aporte que el estudio de la obra
literaria puede dar a la práctica médica?
Para comenzar, posibilitará la reflexión sobre el lenguaje
mismo; esta función (la metalingüística) explorará las diversas posibilidades
del uso del lenguaje. Muchas veces quien realiza la práctica médica, da por
descontado que lo que dice llega al paciente (receptor), tal cual él lo está
pensando; es así que puede usar un lenguaje pleno de tecnicismos que entorpecen
el fenómeno de la comunicación, es más, a veces
directamente no se produce la misma. Ponerse en el lugar del otro,
tratar de entender su código lingüístico para acercarse a él, facilita la
relación médico-paciente y posibilita la empatía. Desde el otro punto de vista,
el técnico como receptor, podrá estar más calificado para encontrar en el
discurso lingüístico del paciente (emisor, en este caso), los elementos que lo
ayuden a comprender la realidad y el
estado en el que el mismo se encuentra.
El descubrimiento y posterior desarrollo de la capacidad
narrativa del médico, hará posible la construcción, en conjunto, de una
historia clínica del paciente que redundará en una real aproximación a las
vivencias de éste (sus miedos, sus dolores, su circunstancia).
El hombre de ciencia practica su capacidad de síntesis, el
estudio de las artes profundiza en el análisis. El ejercicio de esta
competencia redundará en la especificidad de cada caso, saliendo del
impersonal e inadecuado formulario.
La literatura muchas veces insinúa más de lo que dice, y aun
cuando lo diga podemos encontrar siempre, aquellos resortes que movieron al
escritor a expresarse de determinada manera. Aprender sobre los recursos de
estilo de las obras nos ejercita en el análisis del uso del lenguaje de
cualquier hablante.
A través de la obra literaria podremos aproximarnos a los temas
que han preocupado o llamado la atención de la humanidad, desde siempre; esto
le permitirá entender, al profesional, que no está solo en su forma de sentir o
de pensar. El estudio de los mitos y leyendas y los tópicos de la literatura,
lo ubicarán en el origen mismo de los anhelos y los miedos del hombre. Además,
el análisis de estos aspectos, con sus correlativos comentarios y la
posibilidad de manifestar la opinión sobre los mismos, abrirán un canal en la
comunicación, que facilitará el intercambio y el relacionamiento entre los
pares.
En nuestra cultura occidental, ha habido una progresiva deshumanización en todas las actividades
del Hombre. Cultivar la sensibilidad para renovar el vínculo entre los seres
humanos, es un aspecto que se puede dar, utilizando la obra de arte como medio
para propiciar ese acercamiento.
Prof. de literatura María de los Angeles Prada